“Cortate ese pelo largo, parecés p…”. Una frase nefasta que cientos de jóvenes argentinos –o tal vez de todo el mundo- escucharon en la década de 1980, en épocas donde tener el cabello largo era sinónimo de “anti macho”, o peor aún, de subversivo que merecía un castigo imborrable. Esa generación fundacional del heavy metal copiaba la imagen que llegaba de Inglaterra. Hoy, los metaleros sentimos la partida, pero no despedimos a Ozzy Osbourne. Todo lo contrario: le agradecemos.
En poco más de una década, John Michael Osbourne se transformó en un adolescente con problemas policiales y de conducta apagada en el frontman más grande de todos los tiempos. Y estarán aquellos que recuerden a Mick Jagger, pero vamos, si los Rolling Stones hicieron un pacto con el diablo, Ozzy era el representante de Satán en la tierra. El Príncipe de las Tinieblas, decía el mito hecho realidad.
Ya fueran contadas muchísimas veces las historias de drogas, alcohol, la decapitación de murciélagos y las ocasiones de aspirar hormigas y hasta orina. Tours inacabables, de reviente, de leyendas que lindan con cuentos de la cripta. Todo eso quedará en miles de páginas, pero lo verdaderamente eterno no serán las anécdotas, sino lo abstractamente tangible: la cultura del heavy metal, un movimiento de resistencia y pertenencia como pocos.
Embed – Ozzy Osbourne on Instagram: «It is with more sadness than mere words can convey that we have to report that our beloved Ozzy Osbourne has passed away this morning. He was with his family and surrounded by love. We ask everyone to respect our family privacy at this time. Sharon, Jack, Kelly, Aimee and Louis»
Cuando en febrero de 1970 se publicó el disco “Black Sabbath”, el terror invadió al mundo. El primer tema, homónimo (porque había que insistir: banda, álbum debut y canción de apertura se llamaban igual), abría con el clandestino tritono -el intervalo del Diablo que la Iglesia había prohibido desde la Edad Media y luego recogió el blues como base musical- invitaba al miedo, a los escalofríos. Y de allí nada fue igual. Era la creación formal del heavy metal.
Pero el género más duro del rock pululaba desde un tiempo antes, cuando Tony Iommi, guitarrista de Black Sabbath, sufrió un accidente y perdió las falanges de dos dedos, razón por la cual debió bajar un tono y medio la afinación de su guitarra para que no le provocaran dolor las prótesis que usaba. Así, el sonido pesado estaba definido. Las letras que denunciaban la guerra, las injusticias y el sufrimiento de la generación post Segunda Guerra en la fabril Birmingham nacieron del corazón de los intérpretes.
Sólo quedaba la imagen de las hordas del mal, con cuero, tachas y la ropa más agresiva que se pudiera encontrar en el placard, que fue responsabilidad de Judas Priest una década después, en una reinterpretación de lo gestado por la formación liderada por Osbourne, que con el tiempo se tomó licencias para burlarse de quienes se animaban a denostarlo.
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La constante que tras casi seis décadas compartimos los metaleros de todo el mundo es una condición única, sin importar la clase social, el idioma o la edad. Es la pertenencia a un movimiento despreciado y malinterpretado, en el que o sos raro por el pelo largo, o sos malvado, diabólico y de temer por vestirse de negro. No hay términos medios. “Cuidado, mirá cómo se viste”. Pero la ropa identifica, no define.
Lo que muchos no recuerdan, o simplemente ignoran, es que la rebeldía inquebrantable del propio Iommi se transformó en la actitud resistente de Ozzy, que se mofó de todos los que lo acusaban de ser acólito de Belcebú –quién sabe, tal vez lo fue- y durante gran parte de los 80 transformó su refinado pelo largo lacio en un batido cuasi rubio digno de las estrellas femeninas de series y novelas de toda América. Y para reírse todavía más, usaba tapados, calzas de colores y hasta se maquillaba. Era un mensaje a todos sus seguidores: sean lo que quieran ser y no escuchen las críticas infundadas.
En Argentina, los protometaleros empezaron a transitar un difícil camino hacia mediados de los 70, cuando Black Sabbath ya coqueteaba con la separación. Fue con la aparición de Riff que desataron su locura. Apuntados por los medios y círculos de poder, miles de chicos encontraron en los recitales de la electrizante banda de Pappo un reducto de libertad y disfrute. La apariencia, otra vez, era síntoma de discriminación y estigmatización.
Y pobres de aquellos que piensen que el metal pesado (vale el recuerdo también para Ricardo Iorio) es sólo ruido y enojo. Desde luego, es la conversión de la rabia interna producto de un sistema injusto en notas, pero también es un género que reúne diversos estilos que van desde las bases del blues, el rock extremo hasta la técnica de la música clásica. Johann Sebastian Bach, sindicado como el más grande de todos los tiempos, siempre fue una figura de inspiración.
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El último gran sketch humorístico de Ozzy llegó con su reality, en el que mostró que, pese a sus creencias, su look y sus canciones, también podía tener una vida lujosa. Ser metalero no implica aceptar los términos y condiciones más duros de la vida; es un estilo en sí mismo sin importar la cuestión económica o social: el heavy hermana, acompaña e inspira por igual, sin purismos arcaicos.
Después de casi 60 años, algunos prejuicios quedaron en el olvido, pero no todos. De hecho, con el tiempo se comprendió que la música no condicionaba a un ser humano. Basta como prueba cuando en los 80, durante el absurdo pánico satánico de EEUU, varios rockstars debieron comparecer ante la Justicia acusados de ser los responsables del mal en el planeta. Justo durante la Guerra Fría y en el gigante del norte…
Osbourne fue el padrino del heavy metal, el líder espiritual de un movimiento tan fuerte como cuestionado, pero con miembros orgullosos y fieles. Las tinieblas ahora tendrán a su príncipe, y de este lado de la línea, las huestes defienden a capa y espada un legado único. Pero atención, que los metaleros no despedimos a Su Majestad. Todo lo contrario, lo mantenemos más vivo que nunca. “La vida es maravillosa”, cantó en Desire. Te agradecemos y honramos, Ozzy.