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Los economistas que pasan de las finanzas y Wall Street al Gobierno son los más pragmáticos?

“Los economistas pueden tener un valor enorme, están muy bien entrenados. Pero a lo largo de mi experiencia he encontrado que a la hora de dar un consejo o una recomendación, tienen por lo general problemas para dejar de lado las limitaciones filosóficas arraigadas en sus ideas. Me gusta, en cambio, de las personas que vienen de la banca de inversión, que saben perfectamente que no pueden aferrarse ciegamente a una idea que no funciona o no sea práctica cuando enfrentan un problema. El economista debe estar siempre al alcance de la mano de uno, pero haciéndole saber cuál será tu actitud en el proceso de toma de decisiones”.

Las palabras son de David Mulford, economista que trabajó en la Secretaría del Tesoro de Estados Unidos bajo las presidencias de Ronald Reagan y George H. Bush entre 1984 y 1992. Fue número dos de Nicholas Brady, el autor del Plan Brady, y se desempeñó más tarde en Credit Suisse a lo largo de casi una década. Previo a todo ello, en los 70, trabajó en la Agencia Monetaria de Arabia Saudita (1974-1983). Puede decirse que Mulford vio nacer el huevo y la serpiente: los petrodólares, la crisis de la deuda en los 80 en América Latina que provocó ese flujo de capitales, y su reestructuración (Brady). Estuvo cerca de varios ministros de Economía de Argentina, desde Juan Sourrouille con el Plan Austral hasta con Domingo Cavallo en el final del 1 a 1 en 2001.

“No quiero parecer arrogante, pero cuando uno está en una posición de responsabilidad donde se toman decisiones importantes -sigue Mulford-, el economista debe saber interpretar qué cosa funciona y no qué le gustaría qué funcione más allá de si choca contra una teoría en particular”.

Hoy en día es menos inusual que haya economistas con experiencia en mercados al frente de la conducción de la política económica y hasta de la política.

En la Argentina el ministro de Economía, Luis Caputo, se desempeñó en JP Morgan y Deutsche Bank. En Estados Unidos, el secretario del Tesoro, Scott Bessent, trabajó durante años al lado de George Soros. Hasta Emmanuel Macron, también economista, trabajó cuatro años en la Banca Rothschild; la reina Máxima, economista, en HSBC, y el propio Milei (también en HSBC).

“Pusimos al banco contra la pared”, contó Bessent en una entrevista para un libro sobre su experiencia de cuando especuló contra la libra en la firma de Soros, obligando al Banco de Inglaterra a salirse de un mecanismo de administración de monedas que coordinaban los países europeos antes del euro. Lo que hicieron fue shortear la libra (apostar cuando uno estima que el precio de un bien está sobrevaluado y valdrá menos en el futuro).

El número dos de Caputo, José Luis Daza, fue invitado esta semana a exponer al Massachusetts Institute of Technology, en EE.UU., sobre “las interacciones entre el plano económico y financiero” del caso argentino, según tuiteó el presidente Javier Milei.

Daza fue invitado por el premio Nobel Robert Merton, un economista estadounidense que creó un modelo de riesgo crediticio muy utilizado por analistas e inversores para comprender la capacidad de una empresa de cumplir con pagar su deuda y no caer en default. “Hay una extensión de ese modelo para analizar riesgo soberano que usé en las discusiones con el FMI”, whatssapeó Daza al presidente Milei.

Precisamente la idea de la Argentina de ir al FMI con el nuevo programa parte de la intención del Gobierno de volver a los mercados de capitales en 2026. Uno de los éxitos del programa sería que las agencias de calificación mejorasen la nota al Tesoro argentino en los próximos meses para, de ese modo, acceder a deuda a un costo más barato y reducir la probabilidad de caer en default.

Siempre hay riesgos subyacentes.

De hecho, en el mismo libro de entrevistas con economistas que pasaron por la política económica como Mulford, otro peso pesado de la economía mundial, Paul Volcker, dijo: “Es cierto lo de las finanzas y los hombres de inversión. Pero al final del día la historia importa y soy un creyente de lo que decía Hyman Minsky. Su argumento era que los ciclos financieros se repitan porque llega cierto punto en que la psicología pasa del entusiasmo a la depresión. Hay períodos de buena actividad económica en los que las personas toman más riesgos y se envalentonan con las noticias. Es inevitable que eso se dé vuelta”.

Myron Scholes y Merton en 1997 fueron premiados con el Nobel por elaborar un nuevo método para determinar el valor de los productos financieros derivados.

Años más tarde, formaron parte del fondo LTCM, que había ganado 50% en los primeros tres años (1994-1997). En 1998 perdió unos 4.600 millones de dólares y tuvo que ser rescatado por un consorcio de bancos y, a principios de 2000, fue cerrado.

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