Máximo Thomsen (25) supo desde el primer momento que no iba a zafar. A pesar de que él llora e insiste: «No soy un asesino«. Lleva cinco años preso por el crimen de Fernando Báez Sosa (18), un chico que tenía su edad, que había llegado -como él- a divertirse con amigos en Villa Gesell, que fue víctima de una muerte brutal, a patadas, a piñas, mientras estaba indefenso, en el piso, afuera del boliche Le Brique.
A «Machu», que se destacó desde que era chico jugando al rugby en el Club Arsenal Náutico, de Zárate, los testigos lo señalaron como el líder del ataque contra la víctima aquella madrugada del 18 de enero de 2020.
La marca de su zapatilla de lona negra, marca Cyclone, quedó implantada en el maxilar izquierdo de Fernando y en el corazón de sus papás, Silvino Báez (51) y Graciela Sosa (58), que le habían permitido a su hijo único, alumno ejemplar, irse de vacaciones solo por primera vez, antes de arrancar su carrera universitaria de abogacía.
En aquel momento, Thomsen involucró a un inocente, Pablo Ventura, también de Zárate, hoy de 26 años, Dijo que la zapatilla era de él, cuando el remero ni siquiera había estado en Gesell. Una mentira que hizo mucho daño.
Thomsen pasa sus días en la Alcaldía N° 3 de Melchor Romero, en las afueras de La Plata. Allí también están los otros condenados a prisión perpetua por el crimen: Matías Benicelli (25), Enzo Comelli (24), Luciano Pertossi (23) y Ciro Pertossi (24). Y los que recibieron 15 años como «partícipes secundarios«: Blas Cinalli (23), Ayrton Viollaz (25) y Lucas Pertossi (25).
El 6 de febrero de 2023, el Tribunal Oral en lo Criminal N° 1 de Dolores les aplicó esas penas, que fueron ratificadas por la Cámara de Casación bonaerense, aunque los jueces hicieron una corrección: determinaron que no hubo alevosía.
El mensaje de Máximo Thomsen a Clarín
A cinco años del hecho, y a través de su abogado, Francisco Oneto, Thomsen le envió unos mensajes a Clarín vía WhatsApp:
Hola, sinceramente en estos días es difícil estar bien, siendo que van a ser cinco años de aquella noche trágica para todos, más que nada levantándose todos los días viendo cómo en los diarios siguen saliendo noticias de peleas afuera de los boliches sin importar todo lo que ha pasado.
Es como que uno reflexiona y piensa que, al fin y al cabo, creo que lo que intentaron hacer con nosotros, como una condena ejemplar para que deje de haber violencia en los jóvenes y en la sociedad, no sirvió en lo más mínimo, porque sigue sucediendo y con más frecuencia y es algo que a uno lo lastima más, porque no se encuentra con ninguna solución a este problema social.
En cuanto a cómo vivo acá dentro, es como siempre, convivimos en un mismo pabellón con el resto de los detenidos compartiendo el patio y las visitas, con seguimiento psicológico una vez por semana.
Tengo el acompañamiento de mi familia y mis amigos, en pareja no estoy pero sigo en contacto por el afecto que nos tenemos.
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Expulsó al grupo de rugbiers del boliche previo a la muerte de Fernando Báez Sosa.
Thomsen se había puesto de novio con una chica que se interesó por él estando preso. «Yo me acerqué por mensaje y empecé algo que nunca imaginé que podía pasar. Se interesó por mí y tuve dos años de relación con ella. Me venía a ver acá», señaló en una entrevista con Telenoche.
Visitas de familiares y convivencia normal
Este jueves, los rugbiers recibieron la visita de sus familiares, que pueden verlos solo ese día de la semana, de 13 a 17, en la cárcel que depende del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB).
Según pudo saber Clarín, la convivencia es normal entre ellos y continúan en el mismo pabellón (el 3). Viven de a dos detenidos por celda y comparten actividades recreativas, entre ellas con un profesor de educación física, como lo hace el resto de los otros pabellones.
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Qué hacen hoy los rugbiers condenados por el crimen de Fernando Báez Sosa.
Además, participan en talleres no formales, como lectura y alfabetización jurídica.
Thomsen no es el único que cambió de abogado. También lo hizo Matías Benicelli, a quien defiende Carlos Attias. Era el del «rodete samurai«, según lo definió Claudio Alejandro Muñoz, alias «Chiqui», jefe de seguridad del boliche.
Eduardo Benicelli, su padre, juró que le dijo: «Papá, yo no lo maté«. Pero la sangre de la víctima estaba en esa camisa floreada que usó la noche del crimen. Y Tomás D’Alessandro Gallo, amigo de Fernando, aseguró haber escuchado de su boca en dirección a la víctima: «A ver si volvés a pegar, negro de mierda».
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El veredicto por el crimen de Fernando Báez Sosa: Máximo Thomsen se desmayó tras escuchar la condena a perpetua
Los otros condenados siguen siendo representados por Hugo Tomei, un abogado zarateño que estuvo desde el inicio de la causa y al que cuestionaron por encarar una defensa en bloque, sin dejar que los acusados hablaran, sin dejar que se mostraran como «chicos con sentimientos», que expresaran su arrepentimiento, que lograran conmover con sus lágrimas.
Las lágrimas siguen estando presentes en los rostros de Silvino y Graciela, los papás de Fernando. «Hoy estaría recibiéndose de abogado. Sus amigos están terminando sus carreras universitarias y a él ya no lo tenemos con nosotros», le dijeron ambos a Clarín.
La pareja, nacida en Paraguay, intenta salir adelante trabajando. No tienen ganas de reuniones sociales. Y coinciden: «Nunca vamos a volver a ser felices«.
EMJ