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Talento, se nace o se hace? Lo que las empresas tienen que saber

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La revolución que generó Franco Colapinto poniendo a la Argentina con un piloto de Fórmula Uno luego de más de dos décadas fue enorme en el mundo del deporte y la sociedad. Parecía que este chico de 21 años apareció del cielo para ubicarnos en un lugar de privilegio. El jefe de la escudería Williams donde Colapinto es piloto, James Volwes, explicó la elección. “Parte de la razón de por qué está en el auto (Colapinto) es su capacidad para enfrentar la inmensa cantidad de carga a la que se somete un piloto novato en su primera experiencia. Eso es una virtud innata, además de tener la capacidad natural para ser un piloto rápido. Parece que nada lo pone nervioso”.

Y acá Volwes se mete en un tema que es clave para los estudiosos sobre las capacidades humanas y en particular la gestión del talento en las empresas: ¿el talento es innato o adquirido? Volwes, con su experiencia, considera que hay aspectos que parecieran innatos.

‎Pepe Sánchez: «Solemos confundir habilidad con talento. Y la forma sencilla de definirlo, dentro del deporte, es la habilidad que se necesita y es innata, pero sumado al desarrollo de la mentalidad del deportista de élite que incluye: consistencia, método resiliencia, rebotar caer y seguir, autocrítica, capacidad de copiar, ser un buen copiador de hábitos y movimientos puntuales y técnicas»

Pepe Sánchez, integrante de la llamada generación dorada del básquet, medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, y uno de los primeros jugadores argentinos en jugar en la NBA, considera que “hay una forma sencilla después de analizarlo mucho tiempo, de entender el talento. Solemos confundir habilidad con talento. Y la forma sencilla de definirlo, dentro del deporte, es la habilidad que se necesita y es innata, pero sumado al desarrollo de la mentalidad del deportista de élite que incluye: consistencia, método resiliencia, rebotar caer y seguir, autocrítica, capacidad de copiar, ser un buen copiador de hábitos y movimientos puntuales y técnicas. Entra en una bolsa enorme de cosas que muchas veces están tapadas por la habilidad, porque juzgamos la habilidad como el factor determinante para definir si alguien es talentoso o no lo es. Lo que completa la habilidad es todo el paquete que hace la diferencia. He visto grandes habilidosos que no llegaron a atletas de élite por no tener esas herramientas extras. Y he visto a gente con el mínimo de habilidad pero con una gran bolsa de herramientas puesta a disposición de superarse y ni hablar en los deportes de equipos donde ponen todo a disposición de equipo. Los que tienen capacidad de aprender y motor intrínseco son los super atletas”.

Agustín Campassi, cuatro veces campeón argentino de remo, tres veces campeón sudamericano, y récord nacional de remoergómetro, entre muchos títulos, es contundente. “Creo que los deportistas de élite nacen. Pero se forjan también en muchos aspectos. La mentalidad es la diferencia, aunque lo físico claramente también. La mentalidad de ‘hambre’ tiene que estar. Algunos lo llaman el gen guerrero. Yo digo que nadamos en un mar de hormonas”. ¿Es genética pura la que hace campeones? ¿Puede un keniata simplemente romper el récord del mundo por su condición genética? “Seguramente tenga 99% de chances más que nosotros, por sus fibras musculares que son de tipo resistentes y su cuerpo ultraligero; pero si el día que hace frío o llueve se queda en casa, si prefiere comer comida chatarra siempre, entrenar dos o tres veces por semana como mucho porque le da fiaca o simplemente hace otras cosas, ¡no llegará! Podrá incluso hasta lograr ganar alguna carrera, pero dudosamente logre un récord. Y eso es porque el resto se hace con lo mental, con esa tenacidad que te haga llegar realmente a ese máximo nivel físico”, explica el deportista.

Agustín Campassi: «Los deportistas de élite nacen. Pero se forjan también en muchos aspectos. La mentalidad es la diferencia, aunque lo físico claramente también. La mentalidad de ‘hambre’ tiene que estar. Algunos lo llaman el gen guerrero. Yo digo que nadamos en un mar de hormonas»

Habilidad innata, genética, mentalidad, competencias adquiridas, entre tantas otras cosas parecerían definir al talento. Pero algunos estudios generaron una grieta en lo que es el talento y cómo definirlo.

En la década de 1990 Anders Ericsson revolucionó las ideas sobre el talento. Ericsson hizo su investigación en la Academia de Música de Berlín. Dividió a los violinistas en tres grupos: las estrellas, con potencial de convertirse en solistas de impronta mundial; los buenos; y los maestros de violín, aquellos que se dedicarían a dar clases en las escuelas. Ericsson se preguntó por qué las estrellas eran tales, si era una cuestión de inteligencia o había otra cuestión que explorar. La respuesta la encontró en las horas que practicaban el instrumento y no en el talento natural: mientras que al inicio de la carrera de violinista el tiempo dedicado era el mismo en los tres niveles, a la edad de los 20 años, las estrellas habían llegado a las 10.000 horas de práctica, mientras que el resto estaba rezagado. Ericsson llega a la conclusión que la práctica deliberada de una actividad por 10.000 horas convierte y potencia las habilidades para llevarlas a una primera categoría. Malcom Gladwell popularizó las 10.000 horas en su libro Fuera de serie (2008) como el número mágico para poder ser un experto de categoría mundial.

Mucho antes, el húngaro Lázló Polgár había experimentado la importancia de la experiencia y la práctica con su propia familia. En la década de 1960 comenzó a cartearse con Klara, su futura esposa, una ucraniana. Lázló fue muy claro en su correspondencia: quería tener hijos y educarlos como genios. Y así fue. Luego de casarse tuvieron tres hijas: Susana, Sofía y Judit. Para Polgár cualquier persona puede convertirse en genio siempre y cuando la educación comience antes de los tres años y la especialización a los seis. Para Pólgar “Los genios se hacen, no nacen”. Todo el sistema de Polgár estaba basado en la educación que impartía a sus hijas donde el contexto que las rodeaba exudaba ajedrez: adornos, libros, posters y práctica de la disciplina. El resultado fue asombroso: Judit y Susana se convirtieron en la mejor y la segunda mejor jugadora de ajedrez femenina del mundo, respectivamente. Judit es ampliamente considerada la mejor jugadora de ajedrez femenina de todos los tiempos, ya que es la única mujer que ha estado clasificada en el top 10 mundial y campeona mundial de Ajedrez Femenino. Sofía es maestro internacional y gran maestra femenina. La experiencia de Lázló Polgár, entre otras, hizo que autores como Matthew Syed en su libro Bounce (2011), llamen a esta práctica deliberada “práctica con propósito” que es una que requiere progreso y es transformacional.

Estos autores se suman a otros como Geoff Colvin en su libro El talento está sobrevalorado (2008) que sugieren que el talento surge de la práctica profunda, focalizada o deliberada. Estos autores dejan de lado los temas genéticos. Pero no todos lo hicieron. Las neuronas también se colaron en el entendimiento del talento. En un best seller escrito por Daniel Coyle, El código del talento (2009), el autor pone el foco en la plasticidad del cerebro, en las neuronas, la sinapsis y, sobre todo en la mielina. La mielina es una estructura multilaminar que rodean con su citoplasma a los axones de las neuronas, creando protección además de rapidez, lo que permite la transmisión de los impulsos nerviosos. ¿Qué es la habilidad para Coyle? Es la mielina que va creciendo acorde a ciertas señales. Para generar talento en algo, el autor considera que la siguiente fórmula es la clave: práctica profunda de una disciplina por 10.000 horas equivale a habilidades “world-class”.

Andrés Rieznik, Universidad Torcuato Di Tella: “En el siglo XXI no hay mucho debate sobre el tema talento. Podemos decir que es 50% innato y 50% adquirido y eso explica las diferencias entre nosotros en diferentes cosas, puede ser el deporte, las matemáticas, la ciencia, el baile»

Andrés Rieznik es profesor en la Universidad Torcuato Di Tella, doctor en Física y especialista en neurociencia del aprendizaje. Su visión va en contra de algunos de los autores antes mencionados ya que para él no hay que perder de vista el rol del ADN. “En el siglo XXI no hay mucho debate sobre el tema talento. Podemos decir que es 50% innato y 50% adquirido y eso explica las diferencias entre nosotros en diferentes cosas, puede ser el deporte, las matemáticas, la ciencia, el baile. En todo lo que es comportamiento humano que se han realizado con estudios con gemelos, mellizos e hijos adoptivos además de hoy en día poder leer el ADN y correlacionarlos con diferentes rasgos; sabemos que, a grosso modo, la diferencia entre nosotros 50% se explican por nuestros genes y 50% por los ambientes de crianza y cultura y vivencias únicas y particulares. Entonces, las dos cosas son importantes. Quien hoy te diga una cosa o la otra es negacionista de la ciencia porque la evidencia que hay es un montón. En general, en los cursos que damos, se suele enfatizar la parte ambiental ya que la genética no se puede cambiar. En cambio, se enfatiza en entrenar para mejorar. Pero no hace falta ser condescendiente con la gente y tratar de convencerlos que nada es genético y pueden hacer cualquier cosa. No, no pueden hacer cualquier cosa. Yo nunca hubiera sido Messi porque no tuve suerte en la lotería genética. Los genios de los genios tuvieron muchas cosas: los Messi, los Mozart, los Einstein. Esos tuvieron las dos cosas: tuvieron suerte en la lotería genética y un ambiente privilegiado que les permitió desarrollarse. Pero no hay que negar la importancia de los genes”.

Todo esta discusión parece alejada de las empresas. Pues no es así. Cuando Jeff Immelt se convirtió en el CEO de General Electric (GE) en 2001, lanzó un estudio sobre las empresas de mejor desempeño a nivel mundial, aquellas que habían crecido mucho más rápido que la economía durante muchos años y habían generado excelentes retornos para los accionistas. ¿Qué tenían en común? Una característica que encontró el estudio fue que estas empresas valoraban la “expertise en la esfera de especialidad” en los gerentes, es decir, el conocimiento extenso del campo de la empresa. Immelt ha especificado ahora que la “expertise profunda en el ámbito de la especialidad” es una característica requerida para avanzar en GE.

Karina Giordano es directora de Recursos Humanos de Laboratorios Bagó. Desde su perspectiva en las empresas el talento es particular pero no escapa de la realidad que presentan los neurocientíficos como Rieznik. “Desde mi perspectiva y experiencia, el talento es un mix entre el ADN y la activación del sistema. Todos nacemos con capacidad de desarrollar talento. El sistema se activa y la capacidad se despierta o no. Las personas que normalmente identificamos como talentosas se destacan dentro de un grupo porque se muestran curiosas y asumen riesgos; se presentan positivas, conectan puntos invisibles y son perseverantes. En las organizaciones los talentos demandan atención. Requieren lo que yo llamo ‘alto mantenimiento’ por parte de la organización. La forma que tienen de trabajar y pensar no siempre son habituales y muchas veces debemos ser creativos a la hora de acompañarlos diseñando experiencias customizadas”.

Karina Giordano, Dir RRHH de Laboratorios Bagó: “Las personas talentosas encuentran en su motor interno la capacidad de superar obstáculos con bajo nivel de dolor porque necesitan y encuentran su motivación en alcanzar el objetivo o resolver el enigma. Y así también se van desarrollando»

¿Hay alguna forma de acercarnos al desarrollo de nuestro talento? Los entrevistados nos marcan algunas ideas. Para Pepe Sánchez, el rol del coach es crítico, sobre todo cuando el talento tiene que interactuar en equipo. “El rol del entrenador en el deporte de élite es muy importante porque es un ordenador. Ahí es el que genera los roles para cada uno y la estrategia y dentro de la estrategia y roles a seguir marcan el camino y mentalidad del equipo, ponen la partitura y los jugadores la música. Arma el blueprint. Es tan importante como el director de una orquesta”. Agustín Campassi considera que el desarrollo viene por la capacidad de nunca desfallecer. “Hay que motivarse en los días difíciles; empujar cuando no tenemos ganas. También estarán los días que sintamos que ese sueño está muy lejos, que es imposible, que todo sale mal, el ‘para qué’ estoy haciendo esto. Pero ahí es cuando viene lo difícil y surge la diferencia entre los que realmente perseveran y siguen la tarea o quienes desisten y se dejan abatir por la frustración”.

Rieznik precisa algunas técnicas para poder desarrollar el talento. “Para transformarse en una persona es necesario foco, concentración y esfuerzo, y eso es algo que no va a cambiar con las nuevas tecnologías. El foco y concentración permiten crear rutas neuronales nuevas para aprender. Y hablamos de cuatro pilares de aprendizaje: atención, feedback, motivación y consolidación. Se necesita prestar atención; motivación para mantener el entrenamiento en tiempo suficiente, para aprender; feedback inmediato, ya que cuanto antes nos enteremos que hicimos algo mal, más rápido vamos a aprender, por eso es fundamental evaluar y medir. Finalmente, con la repetición se consolida el aprendizaje y se consolidan las nuevas rutas neuronales. Tiene que ver con el poder del hábito, para aprender lo suficiente es clave el hábito”.

Giordano, de Bagó, pone énfasis en el motor interno de los talentosos: “Las personas talentosas encuentran en su motor interno la capacidad de superar obstáculos con bajo nivel de dolor porque necesitan y encuentran su motivación en alcanzar el objetivo o resolver el enigma. Y así también se van desarrollando. En las organizaciones este talento es vital, porque al talento todos los conocemos y queremos hacer equipo con ellos porque nos garantizan acción y responsabilidad”.

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