Si Paul Stanley, el segundo Paul más importante del rock, estuviera muerto merecería la misma devoción, gratitud y respeto que Freddie Mercury. Algún incauto creerá que por estar disfrazado, el carácter artístico de nuestro querido Estella diabólica se abarata. Pobrecito: el mejor cantante de Kiss tiene decibeles siempre al borde de la épica y su voz es metal eléctrico para el rock y más allá. Casi tan único como el cantante de Queen.
El asunto es que Kiss nunca se tomó en serio y ese rasgo de buen humor hizo comprender que nada es tan importante. Mucho menos andar muriéndose de rock, como Kurt Cobain. Medio siglo atrás –es una locura escribirlo-, pero 50 años atrás no ocurrían Bill Haley ni Elvis, sino que el rock, ese movimiento pronto centenario, atravesaba la autopista de su tercera década con viento a favor.
Cuando toda una industria parecía haberse consumado, Kiss descubrió que faltaba algo que pudiera demostrar la esencia de lo que se daba con ese convidado de piedra llamado público: la banda integrada por el bajista Gene Simmons (Vampiro), el guitarrista Paul Stanley (Estrella diabólica), el baterista Peter Criss (Gato) y la primera guitarra, Ace Frehley (Extraterrestre), inventó la necesidad del espectador.
Alive! fue el primer disco en vivo que emocionó a las masas. Son canciones que se habían grabado en estudio y tuvieron una refundación total y absoluta. Pasó -y drásticamente- con Rock ‘n Roll All Nite, incluida en Dressed to Kill, tercer álbum de estudio publicado meses antes. Alive! convirtió ese tema en un arroz con leche que nos acompañó desde entonces hasta el último recital que dieron el 2 de diciembre de 2023, en el Madison Square Garden de Nueva York.
Kiss sacó ese álbum y logró que lo verosímil fuera cierto. A tal punto marcó una dirección que ni Los Beatles, en plena beatlemania, habían podido contemplar esa posibilidad. Una afrenta no haberle hecho honor a semejante expresión de histeria colectiva.
Recién a seis años de su separación, se editó The Beatles at the Hollywood Bowl, homenaje demasiado vivo que permite descubrir el increíble sonido de los aullidos de mandril.
Ese signo de exclamación
Desde Alive!, el signo de exclamación, además, fue adquiriendo cada vez mayor significado público, y casi siempre según las reglas del idioma inglés.
El rock lo ponía de moda para un énfasis zonzo de quien se ríe de sus propios chistes. Ejemplos: Gulp! (Los Redondos), Ey! (Fito Paez), Miranda!, Sandinista! (The Clash), Gimme! Gimme! Gimme! (ABBA). Tom Wolfe, el escritor, también estaba lleno de esos signos. Para el ánimo suave y ligero de Kiss, la expresión de sorpresa equivalía a la estética del comic o a la del Batman de la tele interpretado por Adam West.
Alive! permitió entender la experiencia auditiva de la emoción. Todo es amplio y, como le gusta al rock, todo es «conceptual”: uno mismo tiene que trazar los surcos para lograr que los temas sean unidades separadas. Si no es el mejor disco en vivo de la historia, merece el mayor de los respeto por capturar algo que después se quiso reproducir hasta con Coti Sorokin.
Fue tan bueno que Casablanca, la compañía discográfica, se conformaba con 25 mil placas vendidas: 500 mil copias liquidó de entrada. Kiss puso el foco en un formato que después canchereó pasando del griterío multitudinario al susurro lo-fi de los Unplugged y, más acá, de los pudorosos Tiny Desk, como se dieron en llamar esos ciclos de mini-recitales en escenografías que parecen afanadas.
En el principio, fue el jazz
El rock lo tomó del jazz. En el Carnegie Hall de Nueva York, el 18 de enero de 1938, Benny Goodman fue grabado en esa memorable actuación publicada, muy posteriormente, en 1950 como el álbum doble The Famous 1938 Carnegie Hall Jazz Concert.
Aunque se diga que Alive! tiene evidentes retoques de estudio, en este reseña preferimos dejar la discusión para los que están en el detalle o –si usted prefiere- en lo insignificante. Se dice que algunas partes de guitarras fueron regrabadas y que lo único que suena en vivo es la batería de Peter Criss.
Se dicen otras cosas también, pero elegimos creer en los Reyes Magos: a medida que uno crece va aprendiendo que Kiss fue pensado para atraer niños a la música y no dejarlos crecer nunca más.
Lo que se advierte, a diferencia de un recital en vivo de Bob Dylan, es que Kiss disfruta como si una tara congénita los alejara de las obligaciones y pudieran pensar, como León Gieco, en nada. Alive! está hecho para abandonarse al taller mecánico de estribillos de diario del lunes, mujeres, autos y la irrefrenable necesidad de citar al rock ‘n’ roll.
A esta altura habría que añadirle la sospecha de obra de arte. Podríamos hacer un tour de force destacando las versiones de Deuce, Strutter, Hotter Than Hell, Nothin’ To Lose, C’mon And Love Me y la increíble Black Diamond. El disco es el colmo del rock. Paul, Gene, Ace y Peter lograron un producto que, con gritos de fondo, pudo trasformarse en un auténtico viaje de ida.
Se grabó en cuatro fechas del Dressed To Kill Tour, el 16 de mayo en el Cobo Arena de Detroit, el 21 en el Cleveland Music Hall de dicha ciudad, el 20 de julio en el Orpheum de Davenport y el 23 de ese mes en el Wildwoods Convention Center, de Wildwoods. Fue editado el 10 de septiembre de 1975 en formato de doble LP. Se gestó con versiones de sus primeros tres álbumes de estudio, Kiss, Hotter Than Hell y Dressed to Kill.