A partir de los 45 años en promedio las mujeres inician el climaterio. Durante ese ciclo, se produce la transición entre la vida reproductiva y la fase no reproductiva con el cese definitivo de la menstruación o menopausia.
Un reciente estudio sobre climaterio realizado por la organización No Pausa junto a DataGénero, observatorio de datos con perspectiva de género, revela que más del 99% de las encuestadas tienen al menos un síntoma que altera su calidad de vida. El informe se basó en las respuestas de 7256 mujeres latinoamericanas de 47 a 52 años.
En relación al impacto de la menopausia en el ámbito laboral, un 71% afirmaron que los síntomas repercuten negativamente en su rendimiento laboral: destacan a las “lagunas mentales” (66%) y los “cambios de humor” (65%) como los más perjudiciales. Asimismo, dos de cada diez indicaron que directamente tuvieron que reducir la jornada laboral debido a la sintomatología.
Entre los resultados que sorprendieron, menos de la mitad (el 42%) indicó experimentar uno de los síntomas que suele tener “muy mala prensa”: los sofocos. Sin embargo, quienes los experimentan refieren que es el síntoma con peor efecto en su calidad de vida cuando aparece.
¿Cómo impacta el estigma social que recae sobre la menopausia reforzado por el miedo a la vejez? ¿Se pueden mejorar los síntomas y cambiar la percepción sobre esta etapa? LA NACION consultó a distintas especialistas, quienes coincidieron en que el miedo a envejecer y sufrir discriminación en el ámbito laboral agudizan los trastornos.
Miriam De Paoli, directora de No Pausa, sostuvo que “ocho de cada diez mujeres encuestadas se encuentran trabajando mientras atraviesan los síntomas del climaterio. Suele suceder que, al no saber cómo abordar esta etapa, se provocan pérdidas económicas tanto para el lugar de trabajo como para la persona que está atravesando el proceso. Pero esto se puede cambiar si se acude a un profesional que acompañe los síntomas y posibilite un tratamiento adecuado en el caso de ser necesario. Lo más importante es contar con información de calidad”, destacó.
Desde la organización DataGénero, coincidieron y agregaron que “es fundamental generar más datos sobre las experiencias y desigualdades que atraviesan las mujeres a lo largo de la vida y en los diferentes ámbitos de acción. Con mejores datos representativos se puede ayudar a generar políticas públicas adecuadas a cada necesidad e incidir positivamente en la vida de las personas”.
En relación a los cambios físicos de la menopausia, nueve de cada diez mujeres encuestadas dijeron que tienen al menos un síntoma. A la vez, el 91% experimentan síntomas urogenitales, con consecuencias que impactan en la disminución del deseo sexual en el 71%. Por debajo, un 58% indicó tener problemas frecuentes para conciliar el sueño.
“Los síntomas más comunes que observamos en consulta son sequedad vaginal, laguna mental, disminución de la libido, mayor cansancio, sofocos, despertares nocturnos y dolores articulares”, precisó a LA NACION María Alejandra Belardo, ginecóloga y jefa de Endocrinología Ginecológica y Climaterio del Hospital Italiano.
“Pero hay que evaluar cada caso particular, ya que es frecuente encontrarnos con mujeres que refieren sentir mucho cansancio, tener lagunas mentales pronunciadas y fuertes dolores corporales que son consecuencia de los despertares nocturnos, que es uno de los síntomas comunes de la menopausia. Se puede apostar a mejorar la calidad de vida en este período con tratamientos de reemplazo hormonal o con otros tratamientos que no requieren de hormonas. También resulta positivo para esta etapa mejorar los hábitos alimentarios, prestar atención a la actividad física, e incorporar técnicas y terapias que ayuden a la concentración y relajación”, detalló la experta.
Sobre cómo afecta la menopausia en el trabajo, consideró que es esperable que baje el rendimiento: “Hay que informar a las mujeres y estimularlas para que hagan una consulta con su ginecólogo para que pueda acompañarlas en esta etapa. No hay por qué temer, ya que siempre se puede hacer algo para mejorar la calidad de vida de cada mujer si se otorga información adecuada”, añadió.
Para conocer lo que sucede en las mujeres argentinas, la experta adelanta que están “trabajando en un relevamiento de distintas zonas del país”, con el objetivo de saber cómo perciben la menopausia las mujeres en contexto de ruralidad a diferencia de cómo la viven aquellas inmersas en las grandes urbes. “El entorno donde vivimos genera una diferencia grande sobre cómo la percibimos y cómo es vista por el resto de la comunidad. Puede ser entendida como el inicio de la vejez, o bien como el desafío de una nueva etapa”, explica.
Respecto de las molestias que ocasiona la sequedad vaginal y los perjuicios que trae en la disminución de libido, la ginecóloga expresó que “es importante hablar más sobre la disminución del deseo sexual de esta etapa para comprender que es normal y que no tiene por qué ser algo permanente en el tiempo. Los síntomas muchas veces retroceden, especialmente en el caso de los sofocos y el estado de ánimo depresivo”.
El informe revela que el 89% de las mujeres encuestadas registra falta de memoria, un 56% indica pérdida de concentración y de energía, y casi en el mismo porcentaje (54%) manifiestan un aumento de la ansiedad. En menor medida, aparecen la irritabilidad, lagunas mentales y cambios de humor frecuentes, entre otros síntomas registrados.
“La sensación de depresión o de tristeza profunda, las lagunas mentales y la ansiedad (entre otros aspectos de la amplia gama de síntomas propios de la menopausia), están profundamente asociados al enorme miedo instalado por la cultura patriarcal a envejecer. Y la menopausia es un claro signo de envejecimiento”, analizó en diálogo con LA NACION Vanesa Elías, psicóloga experta en género.
Y continuó: “Por un lado, el género femenino tiene un costo social mucho mayor que el masculino al momento de envejecer ya que, históricamente, las mujeres fuimos valoradas socialmente por la capacidad reproductora, es decir, por la posibilidad de ser madres. Esta condición es la que garantizó durante muchos siglos un lugar en el mundo para nosotras. Si bien logramos que el valor de la mujer y las creencias ya no se centren en la capacidad reproductora, todavía es algo que está inscripto fuertemente a nivel inconsciente”.
En relación al cambio en el deseo sexual, Elías entiende que puede estar potenciado por la angustia que genera “sentirse envejecer”, más allá de los aspectos del orden físico que también inciden directamente.
La sensación de depresión es muy común durante el climaterio. Según Elías, los prejuicios sociales que giran en torno a esta etapa potencian los síntomas asociados a la depresión que aparecen por los cambios hormonales. “Hay muchas mujeres que ni siquiera pueden pronunciar la palabra menopausia”, recordó.
“Ese silencio también nos va deprimiendo, nos avergüenza decir que la sintomatología que experimentamos es porque estamos menopaúsicas por miedo a ser discriminadas. A la vez, los cambios hormonales que nos afectan en el aspecto físico, psíquico y emocional provocan una ‘montaña rusa de emociones’ que es depresora en sí misma”, agregó. Y lamentó que “no exista una regulación a nivel legal en el ámbito laboral que contemple las necesidades particulares de las mujeres en esta etapa, la cual podría mejorar la calidad de vida y justificar un tiempo determinado para que ellas puedan adaptarse a los cambios sin avergonzarse”.
En tanto, las expertas consultadas concordaron en que la menopausia puede ser resignificada como un momento de la vida donde poder liberarse de mandatos. “Puede ser un gran momento para experimentar una sexualidad sin temor al embarazo no deseado, al mismo tiempo que se puede destinar mayor tiempo de calidad para el autoconocimiento”, concluyó Elías.
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