La ingeniería política del Gobierno, el plan de edificación de una identidad, no está apoyado en la política económica sino en la tan mentada batalla cultural, una confrontación con sectores determinados que orquesta un juego de amigos y enemigos que les da a los libertarios su herramienta, al menos este año, más efectiva. Una herramienta que es útil para armar una épica mientras el ajuste hace estragos en casi todos los sectores sociales. Casi un disfraz de épica política en una de las crisis más grandes de la historia.
En ese contexto, apareció hace unos días por Casa Rosada un personaje que es emblema internacional de la polarización. La referencia es para George Eli Birnbaum, el consultor político estadounidense que no sólo asesoró a los principales líderes de la derecha mundial, sino que se hizo famoso por elegir al empresario húngaro George Soros como el enemigo público número. Una especie de antecedente de la configuración de «casta» que hoy usa el Presidente Javier Milei. Tanto trabajó Birnbaum sobre la cuestión cultural de la política que la BBC lo describió como uno de los padrinos del populismo moderno.
El día 12 de diciembre, por la tarde, Birnbaum visitó Balcarce 50 para reunirse con funcionarios nacionales, entre ellos el asesor Santiago Caputo, que aparece por primera vez en registros oficiales como participando de un encuentro. Caputo, que tiene admiración por este tipo de cuadros, estuvo acompañado en el convite con por el Jefe de Gabinete, Guillermo Francos, y el viceministro, Lisandro Catalán. Al politólogo lo acompañó Juan Esteban Guerrero, un hombre de la política estadounidense.
El 13 de noviembre, Birnbaum ya había estado reunido con Francos en su despacho. En esa ocasión, fue acompañado por una asesora estadounidense. Las visitas fueron confirmadas por la Casa Rosada ante la consulta de Página I12.
Según supo este diario, la conversación giró en torno a un repaso de las experiencias y anécdotas del consultor. Y hubo una recomendación concreta: el especialista graficó que, en las sociedades modernas, los partidos de derecha no necesariamente tienen que estar identificados con el empresariado convencional. Porque esos sectores, en general, están entre los de mayor rechazo en sectores sociales. Le explicaron que, desde el inicio, Milei puso como prioridad el término «empresaurios» por la misma razón que recomendó Birnbaum.
Maquiavelo revisitado
El consultor que visitó la Rosada llegó de la mano de Caputo y hace 30 años se dedica al armado de campañas disruptivas. Asesoró a Marine Le Pen en Francia, a candidatos de la derecha en Estados Unidos, La India, Kazajstán, Bulgaria, Ghana y Sri Lanka.
El inicio de su carrera tiene que ver con su rol de pupilo del matemático y consultor Arthur Finkelstein, quien reinventó las campañas políticas en Estados Unidos trabajando para que Nixon llegue al poder en 1972.
La primera victoria política de Birnbaum-Finkelstein fue al ascenso a la presidencia de Benjamin Netanyahu. En aquel entonces, instalaron que Shimon Peres, en plenas conversaciones de paz, quería «dividir a Jerusalén». No era cierto. Cuenta la leyenda que fue el propio Netanyahu quien le pasó a otro lider global, unos años después, la recomendación de contratar a estos consultores.
Ya en 2008, empezó Birnbaum a trabajar para el húngaro Viktor Orban, que luego ganó en 2010. ¿Cómo lo hizo? entendieron que se necesitaba una confrontación con un enemigo perfecto. Ese enemigo fue el mega empresario húngaro George Soros: «A mucha gente en Hungría no le gustaba la idea de que este multimillonario tras la cortina, casi como… el Mago de Oz, controlara la política y las políticas públicas», dijo Birnbaum en una entrevista. En ese marco, además, instalaron que Soros era socialista. Vale decir que el empresario fue tomado por los libertarios argentinos, en plena pandemia, como uno de los grandes conspiradores globales.
De hecho, el propio presidente argentino sostiene una batalla contra los Soros. En enero de este año, en el Foro de Davos, en Suiza, Milei se cruzó con modos poco amalbles con Alex Soros, el hijo de 37 años que se hizo cargo del imperio de su padre. El hijo de Soros supo marcar su inclinación a políticas más progresistas y hasta la familia apoyó a Kamala Harris en la disputa presidencial con Donald Trump.