Esta corriente económica forma parte de una división en colores y se enfoca en la innovación en la tecnología y la industria.
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La economía estudia los métodos más eficientes para satisfacer las necesidades humanas materiales, utilizando bienes escasos. En ese sentido, existen diferentes corrientes que tienen como objetivo el desarrollo económico sumado al beneficio de algunos sectores. En esa línea, se ha creado una teoría llamada economía amarilla.
Esta corriente responde a un modelo económico que se centra en la innovación y la tecnología para mejorar la productividad y optimizar la industria. El amarillo fue elegido porque se asocia al pensamiento crítico, a la inteligencia y al conocimiento.
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La economía amarilla, centrada en la innovación y optimización de la industria
Cuando se habla de optimización a lo que se refiere es a producir más con menos recursos, reduciendo los costes y sin afectar la calidad de vida de la población. Al mismo tiempo, se busca mejorar la competitividad entre empresas.
En este sentido, la tecnología es la herramienta ideal para incorporan nuevas técnicas, procesos y maquinarias, con el objetivo de reducir costos y tiempos, al igual que aumentar la precisión y seguridad.
Un claro ejemplo de estos avances es el de áreas como agricultura, en la cual labores como sembrar y cosechar se puedan realizar con tractores dotados con piloto automático guiado por GPS, así como también se pueden usar drones de precisión para fertilizar o fumigar los cultivos.
Este esquema competitivo que propone la economía amarilla plantea un único problema: la tecnología puede desplazar a los trabajadores. Por eso, es necesario que se realicen prácticas responsables, de modo que no solo se avance en la automatización de procesos, sino que también se tenga en cuenta el bienestar de la sociedad.
Esta corriente económica se practica en las denominadas ciudades inteligentes, donde se llevan a cabo planes de acción para aumentar la competitividad en los rubros y se generan puestos para nuevos perfiles profesionales.